sábado, 30 de octubre de 2010


Hoy es tu cumpleaños. Felicidades. Me muero por llamarte para felicitarte, saber cómo te va, si estás bien y si eres feliz. Y de paso oír tu preciosa voz y volver a sentir ese remolino indefinible de sensaciones que me produces. Y oír tu risa nerviosa después de tanto tiempo. Y sentir tu sonrisa. Y sentir, que a pesar de todo me sigues queriendo.
Pero tengo miedo. Tengo miedo a que no me cojas el teléfono. A que no quieras oírme. A que no quieras saber de mí. O peor, que volvamos a hablar durante unos días y que acabes desapareciendo de nuevo, como siempre.
No, no te voy a llamar, ni siquiera te voy a escribir. Es mejor así. Esto se ha acabado. Tengo que olvidarte. Tengo que dejar de echarte de menos. Tengo que dejar de pensar en ti. Tengo que dejar de quererte…
Pero qué difícil es… tu recuerdo se empeña en seguir apareciendo cada instante en mi mente. Y me revuelve por dentro. Te extraño. Y a la vez me empeño en sacarte de mi vida. Y esta lucha interna continua cada día. Una lucha interna entre esperarte y olvidarte, entre quererte y odiarte.
Y así llevo dos meses. Viviendo sin vivir. Esperándote sin esperar. Buscándote sin buscar. Odiándote sin odiar. Y amándote sin querer.

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