lunes, 25 de octubre de 2010

Si yo enciendo la puerta tú me apagas la luz


Y un buen día me levanto y ya no tienes un efusivo saludo para mí, ni nada que contarme, ni te empeñas en hacerme reír si me enfurruño contigo como una niña pequeña. De repente nunca tienes tiempo, ni ganas de hablar, o siempre te han llamado antes para salir. Ahora un no te he visto te parece una fantástica excusa, y yo también tengo piernas para ir a verte, ¿verdad? Con la mejor de las sonrisas cada mañana me repetía: sólo habrá tenido un mal día. Y tú te empeñabas en hacer daño, con saña, y con fingida indiferencia, pero a mí no me engañas, nadie te ha estudiado con tanta exactitud como yo. Y ahora vuelves con ese brillo en los ojos, acercándote mucho, sonriendo, debilitando mis defensas.. Ahora vuelves a tener siempre un motivo para picarme, un buen pretexto para acercarte a mí, ahora ¿qué? ¿Quieres que vuelva a mirarte de lejos? ¿Quieres que vuelva a invitarte a mi casa una tarde? ¿Que cambie todos mis planes de nuevo para estar contigo? Y después.. cuando tengas otras cosas que hacer -cuando te canses de mí- vuelva a decir que estoy bien y a andar sonriendo porque tú eres feliz. Siento.. siento sentir lo que siento. Yo no puedo jugar a ser Dios y a estar cuando quieras. Admito que aún tiemblo cuando te acercas tanto a mi piel; pero ya no te extraño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario